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Organización política

  • Foto del escritor: Primaria TIC Grupo 13
    Primaria TIC Grupo 13
  • 2 may 2018
  • 5 Min. de lectura

Autora: Virginia Padrón González.


En este post, el profesorado se dedicará a explicar la organización política de los antepasados de nuestras Islas, abordando todos los temas más relevantes sobre esto. También se tratará diversos conceptos en relación a dicha temática, los cuales serán leídos por el alumnado y posteriormente explicados por el profesorado.

Una vez tratados todos los conocimientos que forman dicho post, el profesorado puede realizar una actividad cuya finalidad es comprobar que los alumnos y alumnas hayan adquirido adecuadamente los conocimientos.

La actividad que hemos propuesto en este caso, es que el alumnado deberá de llevar a cabo una investigación sobre el tema propuesto en el post. Es decir, deberán buscar información sobre un apartado concreto de este post, para ampliar los conocimientos propios, y una vez realizado este paso, por grupos construirán un mural. Para ello deberán seleccionar la información más relevante que hayan recolectado entre los miembros del grupo, y organizarla por diferentes subapartados. Una vez acabado, deberán exponer el mural en clase para el resto de sus compañeros y compañeras.



Al comienzo, todas las islas empezaron divididas en tribus y clanes, pero según avanzaba el tiempo, se fue imponiendo a través de la lucha, una tribu sobre otra, dando lugar a la monarquía. Esta era hereditaria y estaba formada por consejeros.

En ciertas islas, era un solo rey quien dominaba, pero con el tiempo, repartía su dominio entre sus herederos, dando lugar a diferentes reinos.


LOS REINOS

En cada una de las islas, los reinos existentes eran:

· Lanzarote y el Hierro: un solo reino.

· Fuerteventura: dos reinos.

· La Gomera: al principio uno, y luego cuatro.

· Tenerife: nueve.

· Gran Canaria: diez.

· La Palma: once

Si observamos, el número de reinos en cada isla, podemos garantizar la relación existente entre riqueza y división de reino. Pues, Lanzarote, el Hierro y Fuerteventura son las islas más pobres y menos divididas. Sin embargo, la Gomera, supone un término medio entre ambos aspectos. Y por último se encuentra Tenerife, Gran Canaria y La Palma, que son las más divididas y las más ricas.


LAS JERARQUÍAS

El rey gobernaba en cada reino asesorado por sus consejeros. En cada una de las islas, al rey se le asigna un nombre característico. En este caso, en la isla de Tenerife se le conoce con el nombre de Mencey. Término el cual tiene relación con la palabra Mencad, del latín “Imperator”.

En el caso de Gran Canaria, se le asigna el nombre de Guanarteme, que quiere decir “El hijo de Artemi” (Guan, “este de”; Arteme, “Artemi”).

También los consejeros reciben nombres característicos en cada una de las islas. En el caso de Gran Canaria, recibían el nombre de Guaires, y eran seis en los que en cada reino ayudaban al guanarteme. Sin embargo, en Tenerife, eran conocidos como Sigoñe.

Gran Canaria, también contaba con la presencia de sacerdotes, conocidos como faicanes; y jueces, conocidos como fayacanes.


EL SABOR

Este nombre es lo que hace referencia al Consejo militar en la isla de Gran Canaria. En este consejo, se deliberaban diversas cuestiones de la época, relacionadas con pastos, problemas de los súbditos, conflictos entre ambos reinos, situaciones de peligro por gente que recalaba en las costas, etc.


DISTINCIÓN REAL

En Tenerife y Gran Canaria, cuando el mecey o guanarteme salía, le acompañaba una escolta, precedida por un capitán con la añepa en alto. A su presencia se arrodillaban todos besándole el tamarco y limpiándole los pies, en señal de veneración.

Una de las salidas más importantes de los menceyes en Tenerife, era su traslado en verano a las Cañadas del Teide. Lugar donde el cual tenían su otra residencia.


JURAMENTO

Agoñe Yacoron Yñatzahaña Chacoñamet” “Juro por el hueso de aquél, que me hice grande”.

Estas eran las palabras rituales con el que se juraba un nuevo mencey en Tenerife, besando un hueso de un antepasado que conservaban forrado en piel. Posteriormente se lo daba a besar a los ancianos y nobles que volvían a repetir la misma frase ritual.

Esta ceremonia se celebraba en el tagoror*, enramado de flores y hojas de palmeras. Solía acudir todo el pueblo y el pariente más anciano del nuevo monarca era quien daba comienzo al rito, mostrándole el hueso de su antepasado. Una vez acabada la ceremonia, se celebrara un convite de danzas y concursos deportivos.

*Tagoror: estructura de forma circular con grandes piedras en donde se realizan las asambleas y ceremonias.


SUCESIÓN

En el caso de la isla de Tenerife, el modo de suceder de los reyes, no era de padres a hijo, sino que si el rey tenía hermanos, aunque tuviese hijos, quien heredaba no eran sus hijos sino el hermano mayor.

En la Gomera, la sucesión era matrilineal, es decir, al rey le sucedían los hijos de su hermana. Esto era debido a la influencia social de la mujer y al hecho de que no existía un matrimonio constituido, pues se estaba seguro de los hijos de la madre pero no del padre.

En Gran Canaria, no se trata de una sucesión hereditaria, pues Doramas fue proclamado guanarteme a la muerte del rey de Telde. Aunque más que un guanarteme, desempeña el papel de caudillo en el estado de guerra que tenía su isla contra los conquistadores españoles.


LAS LEYES

En cada una de las islas hay diferentes formas de administrar la justicia.

En Fuerteventura se llevaba por ejemplo al homicida a la orilla del mar y se le ponía la cabeza sobre una laja, machacándola con otra piedra redonda hasta soltar los sesos. Toda la familia del delincuente quedaba infame en la isla. Este delito, se condenaba sobre todo cuando se realizaba con traición.

En el Hierro, se saca un ojo al ladrón en el primer hurto, y en el segundo el otro.

En La Palma, no era mal visto el robo, pues se consideraba como una habilidad.

En Gran Canaria, se condenaba tanto el homicidio como el robo. Existían cárceles públicas y se condenaba a muerte al que mataba.

En Tenerife había justicia para condenar el robo, el asesinato y la falta de respeto a una mujer, pero no existía la pena de muerte. Se le tenía horror a la sangre, y por eso, uno de los castigos para los españoles apresados, era ponerlos como carniceros de cabras en señal de desprecio. Al homicida se le solía castigar privándole de su ganado, para indemnizar a los familiares de la víctima, y desterrándolo. Por otros delitos, se castigaba en el mismo tagoror, en presencia del mencey. El delincuente se tendía en el suelo y otro le apropinaba un cierto número de golpes con el bastón del propio mencey, como señal de poder real. Luego el mencey ordenaba que le curasen las heridas. La legislación era severa por la falta de respeto o decoro hacia la mujer. Si se encontraba una mujer en el camino o en otro lugar solitario, estaba completamente prohibido abordarla, hablar con ella o mirarla descaradamente sin que ella lo permitiera.

 
 
 

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